domingo, 2 de octubre de 2011

Entra adorada, el templo esta callado

Cubre con tu mantón color de duelo

Tu virginal semblante idolatrado

Que asi apareceras ante tu amado

Como una estrella en elutado cielo.


Entra y reza en la sombra solitaria

Por mis perdidas y muertas alegrías

Y suelta la torcaz de tu plegaria

Para que lleve entre sus alas frias

La queja de mis ondas agonias.


Hablale a Dios de mi que si te escucha

Le pondrá fin a la espantosa lucha

De este mi amatgo corazón cobarde

Que no muerte, que te ama y te venera,

Entra!, no es tarde para este condenado,

Entra, el te espera.


Lee en tu libro suplicantes frases,

Por el triste poeta que te adora,

Por este soñador tantas veces

desesperado llora,

sin el consuelo de mojar con llanto

tus cabellos espesos.


Por mi que sufro tanto

Sin que apague el furor de mi quebranto

La caridad de tus ardientes besos.


Entra!, entra tu! Yo no puedo, soy ateo…

Y solo en ti mi Andreita creo,

Y tu puedes rezar por que la noche

No se haga entre mi espíritu sombrío

Y mientras yo elevo al cielo mi reproche

Tu elevas la oración ídolo mio!


Entra y mira en un rincón, donde fulgura,

Entre la luz de moribundos cirios,

Jesucristo mostrando sus martirios,

Cuéntale mis amarguras,

Mis pálidos amores, mis delirios,

Y mis negras y constantes desventuras.


Que ese gran visionario nostálgico del bien,

Te oirá en la calma del místico silencio conventuario,

Pues ya sintió la muerte en el calvario,

Y yo siento un calvario dentro del alma!


Llega al pie de su cruz y de rodillas,

Eleva a el tus ojos celestiales,

Y dile con el llanto en las mejillas,

Una oración por mis inmensos males.


Y como imploradora Magdalena,

Háblale de mis penas!

Reza por mi tristeza!!!


Dile que en las tinieblas en que lucho

No hay más luz que tus ojos,

Que no escucho más ritmo que tu voz,

Que solo siento,

en el infierno de mis penas mudas

Pasar las tempestades de mis dudas

Entre tu huracanado pensamiento.


Pidele en tus fervientes oraciones,

Que reviva mis muertas emociones,

Que alcancen a mi tormento

La bondad que derrama,


Dile con explocion de sentimiento,

Poniendo toda el alma en el acento…

Piedad!, Piedad! Para el que tanto te ama!

1 comentario:

Gloria Hernández dijo...

¡Qué bello poema! Mi mamá solía recitarlo. ¿Quién es el autor?